La Rosca | Opiniones |

Por Fabián Rogel (*)

Estamos conmemorando, no festejando, puesto que hay poco para festejar, 40 años de continuidad democrática y a medida que acerca la fecha de las elecciones, los dirigentes políticos de esta democracia que supimos conseguir, de la cual me siento parte, muchas veces se empecinan en mortificar al pueblo argentino con actitudes, propuestas y declaraciones sin reparar que el que sufre estos desaciertos de la dirigencia política es quien está en el medio, es decir el pueblo.

Las declaraciones del señor Milei, quien pretende conducir como Presidente los destinos de la Nación Argentina, parecieran no tener filtros, sin importar demasiado a quién se perjudica, sino que lo que importa es intentar, con declaraciones grandilocuentes, que para mí son vergonzosas, perjudicar a quienes hoy nos gobiernan.

La valoración de cómo le ha ido al actual gobierno, en una democracia, la debe hacer la sociedad al momento de elegir sus nuevos gobernantes. Así de sencillo funciona la democracia.

Ahora bien, decir que el peso argentino es excremento, que los argentinos deberían ir corriendo a retirar sus ahorros de los bancos, parecieran ser declaraciones de un psicópata que pretende destruir lo que a su vez pretende gobernar.

Atrás quedó la belleza de la política, que consiste en seducir al votante, encantar al pueblo para que vuelva a creer y enamorar a la mujer y al hombre común sobre un destino promisorio en el que todos los que hacemos política debemos intentar precisamente eso: que el pueblo vuelva a creer.

Finalmente, el debate presidencial dejó el sabor amargo y que atrasa, buscando ser sólo efectista y donde la descalificación del otro parece más importante que volver a enamorar a partir de una propuesta. Pero el debate, en definitiva, no deja de ser una muestra de la crisis que estamos atravesando.

El candidato Milei, se dice, se desdice, se contradice, se abraza a algunos de lo peor que él denomina casta, y eso enciende un llamado de atención. En política y en la conquista del poder, no vale todo, porque después hay que gobernar y ahí tampoco puede valer todo.

*Fabián Rogel –  Dirigente radical. Candidato a diputado provincial (Juntos por Entre Ríos). Fue diputado provincial, convencional constituyente y diputado nacional. 

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Por Juan Martín Garay (*)

El hartazgo se hace sentir con más fuerzas ante una crisis cíclica que no parece tener fin. Vemos como miles de argentinos tienen mucha tristeza por un país mayormente sin rumbo ni esperanza. Pero más que nada lo hacen con demasiada bronca contenida, la que se deja expresar en cada oportunidad que tienen (o han tenido) en las urnas, máxime en el último tiempo.

Desencantados y defraudados, sumidos en una sensación de fracaso colectivo, dado que los “últimos castigos” por parte de la ciudadanía aún no dieron sus frutos como se esperaba luego del no acompañamiento electoral al oficialismo en el 2015, al oficialismo en 2019, al oficialismo en 2021 y en las PASO de este año, los votantes sin lugar a dudas siguen sin poder encontrar una salida al gran problema que aqueja a todo el entramado social, con una crisis que no termina de resolverse pero que se deja ver cada vez más.

 

Ingobernabilidad y el caos

Así las cosas, un influencer economista, invento mediático de un espectro de la consultoría económica nacional y los medios de comunicación, se presenta como el emergente visible de ese hartazgo para una sociedad más proclive que nunca a hacer un salto al vacío por el sólo hecho de no tener confianza en las ya consolidadas opciones tradicionales.

El periodista, politólogo y escritor especializado en la realidad política latinoamericana, José Natanson analiza que el más votado en las PASO a nivel nacional se auto construye “como el candidato de la antipolítica apelando a la gesta contra la casta, un concepto importado de al que le saca todo el jugo posible”. Por eso para Natanson, “subestimar la catástrofe que implicaría la llegada al poder de un sector que sólo representa encarnizadamente al autoritarismo en su máxima expresión, sería no entender mejor la naturaleza exacta del mismo”. Según él, con el posible arribo al gobierno de este espacio, todo lo institucional se podría convertir en una “brutal degradación de la vida cívica, el desmantelamiento de los mecanismos estatales de solidaridad y la creación de una zona liberada a nivel nacional para los ataques al pluralismo y la diversidad. La previsible resistencia de una sociedad movilizada como la argentina llevaría al país a la ingobernabilidad y al caos”.

Pero cuidado, equivocar el análisis puede llevarnos a no interpretar lo que nos están queriendo decir los votantes, porque si se actúa desde un fanatismo tonto que todo lo justifica, reivindicando cuestiones carentes del siempre necesario consenso social, generará mayor distancia de aquello que la gente está reclamando y que parte crítica de la sociedad observa con mucha atención. Fundamentalmente a determinados privilegios que ciertas elites progresistas encarnadas por algunos pseudodirigentes no pueden justificar, máxime aquellos que en los últimos días son la vergüenza de quienes siempre aspiramos a que otra realidad sea posible, pero en función del pueblo y su bienestar general, no en términos de estricto beneficio personal. Esos pseudodirigentes son traidores a la causa del pueblo, merecen lo peor y que caiga sobre ellos todo el peso de la Ley.

 

Lo que viene por delante

La lucha por cambiar la realidad es una constante de la que no hay que claudicar, por más desesperanza que haya. Cuando las personas luchan por ideales, sirviendo a la comunidad con una entrega solidaria, ennoblecen con ello su accionar respecto de la defensa que se da en el combate de ideas por transformar la realidad para beneficio del conjunto. Por ello hay que reconocer que existe también una nueva generación de gente comprometida que busca hacerse cargo de lo que viene por delante. Con total honestidad espiritual, sanas intenciones, humildad intelectual y buenas ideas.

Ser militantes del amor y de la vida, comprometidos con el prójimo, implica tener exposición en todo momento y lugar. Significa decir presente en la justificación espiritual de esa existencia que da sentido pleno a la vida, anteponiendo los intereses del conjunto por sobre las ambiciones personales. Buscando superar con ello a la maldita mezquindad del utilitarismo material al que nos vemos supeditado diariamente por el contexto que suele imponerse de manera regular, debemos luchar por una causa noble no sea otra que la causa del pueblo.

No olvidemos que los actores principales son única y primordialmente la gente. El comportamiento de la ciudadanía que decide, se expresa cuando vota con toda la impronta de su bronca o esperanza. Actualmente la sociedad expresa un enorme malestar que se explica de alguna manera con la distancia hacia cierta dirigencia política o viceversa. La resultante de una conjugación entre la realidad y el humor social, pero mucho más por la influencia de la situación económica, por lo que hay un alto comportamiento emocional y emotivo en cada voto.

La mejor “herramienta” de transformación social positiva sigue siendo la política, guste o no en tiempos que perduran sostenidamente desde el “desencanto”. La política debe estar puesta al servicio de un verdadero interés común, el del pueblo y su felicidad, no como ha sucedido a menudo desde ciertas expresiones recientes que no han hecho más que decepcionar. Hay una ética relación entre fines y medios que debe tener como única medida de las cosas exclusivamente a las personas. Si no se hace de esta manera la perspectiva social queda solapada lisa y llanamente por la del mercantilismo político.

Entendamos a la política como “un combate de ideas, sin violencia”; rechazando con plena convicción el individualismo y el colectivismo por ser ambos opuestos a la realización equilibrada del sistema social. La política es ante todo una estrategia humanista,  destacando por sobre todas las cosas el ideal del bien común y la necesidad de construir una sociedad guiada por la justicia y la igualdad. Si bien hoy parece que existe una mayoría más proclive que nunca a realizar un salto al vacío el 22 de octubre en las urnas, estamos a tiempo de que eso no ocurra. Reflexionemos juntos, siempre hay una mejor opción al momento de elegir.

 

(*) Juan Martín Garay – Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.-

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Por Juan Martín Garay (*)

En las PASO quedó demostrado que el voto ya se define de manera selectiva y que hay un alto comportamiento emocional en la manifestación electoral. Nacionalmente tenemos un escenario de triple empate con final abierto pero predecible. En las primarias se impuso un “influencer” economista que supo despertar más atención que el resto y capitalizó expectativas en una joven sociedad votante como así también en aquellas personas largamente defraudadas.

Las elecciones siempre resultan ser una buena oportunidad para reafirmar que los actores principales son (o deberían ser) única y primordialmente la gente. Hay quienes no lo entendieron nunca y por otra parte quienes no vieron venir a esta nueva “ola”, tal vez por el ego que nubla la vista de la perspectiva electoral cuando se está sólo en la “altura” y no en el “llano”. El subsuelo de la Patria siempre habla y a veces lo hace con todas sus fuerzas, por eso siempre debe haber “escritorio” pero también “territorio”, con un oído atento en lo que dice el pueblo. Larga enseñanza muchas veces olvidada.

 

Doble vuelta

Los errores se pagan caro y en votos. Hoy la disputa en segundo plano pone en igualdad de condiciones a las dos fuerzas que otrora fueran mayoritarias de manera alternada en el último tiempo, ahora con un nuevo participante, el de la bronca. En el medio, siempre la gente. Las ansiedades biológicas son más veloces que el tiempo político actual, los posicionamientos y aspiraciones en materia electoral ya cobran fuerza con toda su impronta. En octubre a boleta completa o con tijera en mano nuevamente quien hablará será la gente. El resultado dependerá otra vez del humor social, de la esperanza que se logre despertar o la canalización de la bronca que ya no se “masculla” sino que se pone en un sobre. Cuando la ciudadanía elige lo hace con todo el ímpetu de un enorme malestar que se explica con la distancia hacia la dirigencia política o viceversa. Máxime cuando el bolsillo y el estómago están en íntima relación conmovidos.

El escenario del balotaje aparece ahora como una posibilidad cierta en noviembre, aunque nadie tiene certeza de quien podría llegar a competir en esa instancia con el ya candidato “número puesto”. Lo cierto es que ambos espacios que defraudaron a un electorado fiel, se disputarán ahora la posibilidad de dar pelea en un mano a mano con el representante de la “libertad”.

 

El ascenso

Hace un tiempo José Natanson escribió para “Le Monde Diplomatique” sobre el ascenso de Milei, para él esto “tiene dos dimensiones. La primera es conocida: el candidato libertario refleja un rechazo rotundo al actual estado de cosas. Es una impugnación fuerte, un “hasta acá llegamos” que encontró en su lengua de furia la forma de expresarse. Con Juntos por el Cambio estabilizando el voto antiperonista, el PJ convertido en un “partido del orden” y hasta el Frente de Izquierda integrado al sistema político, jugando con soltura el juego parlamentario, Milei se ofrece como el más remoto de los outsiders, el que vive en la isla más distante. Un excéntrico en su acepción original: alejado del centro. Alguien que no se priva de apelar a la “resistencia”, por ejemplo llamando a la rebeldía fiscal o reivindicando el derecho a no escolarizar a los hijos, y que además lo hace encarnando en su figura la bronca social contenida: parafraseando a Pablo Stefanoni, podríamos decir que no sólo la rebeldía, también la pasión se volvió de derecha” (…) “Pero no es sólo este rechazo sordo lo que explica el crecimiento de Milei. Si el macrismo fue en esencia una coalición antiperonista, Milei es eso, pero es más que eso. ¿Hay un voto de esperanza? Digamos que hay una expectativa, sobre todo en los jóvenes, en los varones de clase media baja y en los cuentapropistas. Tras una década de empate político, de “hegemonía imposible” entre dos coaliciones que no logran ni derrotar a la otra ni acordar un programa común, Milei dice, claro y fuerte, que él sí puede, que las cosas que promete, por más delirantes que suenen, son factibles. Frente a la “impotencia de Estado” del Frente de Todos, Milei promete, por usar la expresión canónica, un ejercicio de voluntad. Su ascenso también es consecuencia del fracaso del gradualismo; Milei es un deseo de shock”.

 

La centralidad

La despeinada cabellera del “influencer” economista ya no está en discusión, ahora el ex columnista de TV mantiene la centralidad del proceso electoral en el tiempo por delante en este próximo tramo. Lo destacable es que la política sigue siendo la única “herramienta” de transformación social. El mecanismo de aplicación por parte de la “ciudadanía de a pie” son las elecciones, por eso importa saber dónde estarán los votos para no quedar al margen de lo que pensará la gente mañana. Porque para resolver el problema económico primero hay que resolver el problema político. Todo debería confluir en la resolución del problema social si con ello se defiende un verdadero interés común, el del pueblo y su felicidad. Yo te avisé.

 

(*) Juan Martín Garay Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.-